El silencio es cómplice del femicidio.
El femicidio es el asesinato de una mujer por el hecho de serlo, es decir por motivos de la cultura patriarcal, en la que se ha instaurado el poder de dominio de unos sobre otros, en este caso, el de los hombres sobre las mujeres. El agresor, se cree con el poder de dominar y someter a una mujer a su voluntad, inclusive llegar a matarla, porque no le obedece, porque “es de su propiedad”.
Muchas personas se han preguntado porque se habla de femicidio y no de una muerte simple como cualquier asesinato: en nuestra sociedad cuando los crímenes son entre parejas se habla de “pasionales” y se entiende que si un hombre “ama” a una mujer “la mata por celos”, “es comprensible y justificado”. Muchos casos han quedado impunes o con una pena muy mínima de castigo. Incluso existe en el imaginario de la gente que una mujer es asesinada “por su culpa”. Eso es falso, nuestra cultura patriarcal ha permitido y “obligado” que las mujeres vivan en el espacio doméstico, es decir en el mundo privado, dónde la democracia que la sociedad persigue como fin máximo, no se refleja en la casa. Donde la lucha por los derechos humanos se torna una de fines loables y dónde se excluye las mujeres que son violentadas en muchos ámbitos: los medios de comunicación, el acoso sexual, etc. Y efectivamente, la violencia hacia las mujeres atenta contra los derechos de las humanas.
Es necesario hablar de femicidio, porque la cantidad de muertes de mujeres en manos de sus parejas son demasiadas, y porque ocurren dentro de lo que la sociedad “exige” como supuesto “sistema de protección de la mujer”: la familia y el matrimonio. Se puede creer que son muchas más que las cifras oficiales que maneja la prensa, ya que las trabajadoras sexuales asesinadas por sus proxenetas o sus prostituyentes, no se barajan en estas cifras, además tampoco se ha hecho ningún estudio de las mujeres que consultan por depresión, accidentes vasculares, o cáncer que se dice tiene un componente de pena o angustia, o el cáncer de cuello uterino que es producido por enfermedades de transmisión sexual, y en nuestra sociedad por cultura machista y gracias a la iglesia y religiones no se usa preservativos, menos se usa con un esposa aunque las cifras de infectadas por el virus del VIH es alta en mujeres casadas, generalmente monógamas. En los consultorios, niñas llegan heridas por sus pololos con armas corto-punzantes, estos son sucesos cotidianos, pero no son noticias vendibles para los medios de comunicación, y ya sabemos que si algo no tiene cobertura en la televisión, es como si no existiera, aunque sea una realidad latente.
Muchos de estos casos que llegan a la expresión máxima de violencia que es el femicidio, son situaciones de años de tortura. Muchas veces, las familias están al tanto y por vergüenza, el “que dirán o “dependencia económica” protegen a los agresores que pueden llegar a ser femicidas. Cuando existe una discusión sospechosa nadie se siente comprometido a actuar, si las mujeres se atreven y van a carabineros, si no tienen hijos en común o son pololos solamente, no se toma la denuncia, por eso la “ley de violencia intrafamiliar”, no es suficiente y es inoperante, porque además muchas mujeres muertas habían hecho ya la denuncia. Todas las mujeres debiésemos estar protegidas por el estado, sin importar la edad, la profesión u oficio que desempeñemos, o si somos, o no, casadas, con o sin hijos tan solo por el hecho de ser ciudadanas.
Todas y todos debemos vivir como deseamos vivir, dentro de un respeto, dignidad y libertad. Y no olvidar jamás que “quién ama no mata no humilla ni maltrata”
Cecilia Morales Benavides feminista autónoma, integrante de la coordinadora memoria feminista http://feministautonoma.blogspot.com
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