7.1.10
3ª EDICIÓN DE "HILANDO FINO" DE JULIETA PAREDES, FEMINISTA COMUNITARIA DE BOLIVIA
FEMINISMO COMUNITARIO: EL OJO DE LAS MUJERES
Desde tiempos inmemoriales y hasta hoy, en nuestros territorios de Abaya Yala y en otros territorios, las mujeres que han luchado contra el patriarcado que las oprime – desde la definición de feminismo de Julieta Paredes- han mirado a las demás, han observado cómo se comporta la vida con todas y cada una, han escarbado en sus propias vivencias, razonado desde el cuerpo, y elaborado un sinfín de ideas, conceptos, categorías, propuestas, imágenes, que a las feministas y a muchas otras mujeres nos han dado ojos nuevos… Ojos abiertos que ya no se pueden cerrar porque sería una deslealtad consigo misma y las demás: el Ojo de las mujeres.
Nuestra compañera Julieta Paredes, lesbiana feminista aymara, mujer de luchas antipatriarcales, antineoliberales y antirracistas, ha elaborado desde su práctica activista autónoma aquello que también ha danzado en la pachamama que alimenta y sostiene cada día a las hermanas que resisten desde las comunidades más diversas, nos entrega a todas su propuesta de feminismo comunitario.
La suya es una denuncia sobre las opresiones a las mujeres de nuestro Abaya Yala, es un análisis y una mirada profunda a las dimensiones íntima, personal y pública de las mujeres indígenas, mestizas, rurales y urbanas de nuestro continente. Es también un cuestionamiento abierto y lúcido al indigenismo, esta suerte de nuevo izquierdismo masculinista que quiere convencernos de que el machismo lo trajeron los invasores y que los hermanos indígenas estarían puros de cualquier patriarcado.
Julieta les desmitifica su complementariedad desequilibrada y engañosa que nos coloca a las mujeres en calidad de complemento y yapa de los hombres y, a la vez, les desarma esa idea patriarcal de la pareja heterosexual en la representación política comunitaria. Ella no habla de complementariedad, sino de par político, mujer y hombre, en el hacer comunitario para construir un proceso de cambios desneoliberalizado, descolonizado, y entonces -sin falta- despatriarcalizado.
Desde el cotidiano hasta la letra
Más allá de todo lo dicho hasta ahora, el feminismo comunitario -como siempre el feminismo- es más que teoría, y en este caso más que denuncia y resistencias –de lo que tenemos muchísimo en el movimiento autónomo latinoamericano-. Es una construcción de conocimiento que entrega a las feministas latinoamericanas y a todas las feministas que quieran adoptarlo, una metodología revolucionaria para la despatriarcalización de la vida de todas y todos, desde la vida cotidiana hasta la letra.
Sí, porque también hay letra desde el feminismo comunitario. Hay un marco conceptual elaborado por Julieta para las políticas públicas hacia las mujeres en este proceso de cambios boliviano. Y esto es básico, las feministas hemos sido guillotinadas, exiliadas, apartadas, invisibilizadas y negadas en todas las revoluciones hasta ahora conocidas. Y es que han sido –ya sabemos- revoluciones en el sentido masculino. Revoluciones de hombres que consideran que todo puede revolucionarse menos la vida de las mujeres. Son esas revoluciones en que los revolucionarios deshacen y hacen constituciones, pero siguen sometiendo a la mitad de humanidad, las mujeres, como dijeran a principios del siglo 20 las obreras feministas anarquistas chilenas (1).
Los hombres que alegan liberación de los pueblos, autodeterminación de los territorios, nada dicen de la autodeterminación y la libertad de las mujeres, ya que mientras el orden patriarcal se conserve, se conservarán sus privilegios masculinos sostenidos con nuestro trabajo doméstico esclavista, con la entrega afectiva femenina y hasta con la violencia en nuestros cuerpos. Por todo esto es tan importante también la letra que nos coloca a las feministas comunitarias el desafío inmenso de ir más allá de la denuncia y la resistencia y hacer de esta propuesta, vida, cuerpo y revolución antipatriarcal.
Hay que subrayar que esta propuesta no será nada de eso, si no seguimos en movimiento las feministas comunitarias. Hay que mirar bien lo que pasa, el Plan de las Mujeres para Vivir Bien elaborado por Julieta Paredes el año 2008, ha sido modificado en su título –no en sus contenidos- por las cúpulas del Estado boliviano, y nombrado “Plan de Igualdad de Oportunidades”. Esto lo hemos cuestionado teóricamente en términos de lenguaje y lo hemos denunciado en la práctica con mujeres feministas y no feministas de todos los rincones del país, mostrando la incoherencia revolucionaria de nombrar las políticas públicas de un proceso de cambios, con lenguajes neoliberales.
La falacia de la Igualdad de Oportunidades
Hay terminologías nacidas en el neoliberalismo que parchan la realidad de las mujeres intentando aplicar tecnologías sociales y lingüísticas como por ejemplo el concepto de “Igualdad de Oportunidades”.
Así como no hay igualdad de oportunidades en una sociedad de clases o en los estados colonialistas, no hay igualdad de oportunidades entre géneros. El patriarcado no admite igualdad entre lo femenino y lo masculino, ni entre mujeres y hombres.
La falacia o burla es querer hacernos creer que la niña que camina kilómetros al colegio en su territorio rural puede igualarse con el chico de la ciudad que tiene un bus escolar que lo pasa a buscar a su casa para llevarlo al colegio… O que la chica que desde pequeña debe cuidar a sus hermanitos porque su mamá sale a trabajar todo el día para traer comida, puede igualarse en sus proyectos de vida con el chico al que las hermanas le hacen la cama… O que la esposa que trabaja todo el día en la casa cuidando a los ancianos de la familia puede igualarse en energía, sueños y aspiraciones, con el esposo que trabaja algunas horas fuera de la casa y llega a que lo sirva su mujer… O que la mujer que trabaja fuera y dentro de la casa y ha debido abortar con poco dinero para no ser expulsada del trabajo, puede igualar su salud y sus capacidades materiales con el hombre que ahorra en trabajos domésticos porque esos trabajos -para su comida, su ropa limpia y planchada, su cama tendida, sus espacios ordenados- los hacen, gratis, las mujeres de su familia.
No hay igualdad de oportunidades posible sin destrucción de los géneros que obligan a la mitad de la humanidad a hacer el trabajo doméstico, de cuidados y crianza de toda la humanidad. Es más, no hay igualdad posible entre hombres y mujeres mientras no se desarme en los nuestros propios cuerpos -de mujeres- la obligación femenina de entrega absoluta, afectiva y cotidiana a todos los demás; mientras no se deshagan los símbolos que naturalizan la dependencia femenina del amor romántico, que han sido nuestras enseñanzas de género desde los primeros cuentos infantiles hasta cada canción de amor que suena en la radio…
Los marxistas jamás han hablado de igualdad de oportunidades entre ricos y pobres, ni los indigenistas de igualdad de oportunidades entre colonizados y colonizadores… ¿Porque entonces ambos movimientos masculinos nos hablan desde sus puestos políticos de igualdad de oportunidades entre los géneros?... El patriarcado lava su cara con medidas supuestamente complacientes con las mujeres. Hemos denunciado esto desde el feminismo autónomo desde los años 90, en el siglo 21, el feminismo comunitario, nos brinda la estrategia para cambiar los índices engañosos que vienen con la toda esa ideología de la igualdad de oportunidades y la equidad de género: en vez de la fragmentación de nuestras luchas en Violencia, Trabajo, Feminización de la Pobreza, Derechos Reproductivos y Sexuales y un largo etcétera, campos de acción y lucha: Cuerpo, Espacio, Tiempo, Memoria y Movimiento.
En la lucha y con el pueblo de mujeres y hombres bolivianos
El feminismo comunitario es una práctica que Julieta ha ido descubriendo en su activismo desde el año 2002, en que se escinde el colectivo Mujeres Creando (2), y junto con otras compañeras ella se une, desde el feminismo anarquista, al trabajo y la resistencia a políticas neoliberales de todo el pueblo de mujeres y hombres bolivianos (3).
Desde el grupo que pasa a llamarse Comunidad Mujeres Creando Comunidad, Julieta va construyendo las bases de esta nueva mirada. Lo hace especialmente con mujeres de comunidades indígenas, de sectores rurales y barrios populares. Y así, aunque no queda atrás el colectivo Comunidad Mujeres Creando, se suman a esta lucha política, diversas mujeres que configuran las asambleas feministas de Bolivia.
En El Alto -territorio de la dura lucha por el gas en que los grupos de mujeres llevaron la delantera en 2003-, en La Paz, en Sucre y Cochabamba -donde fuera la guerra del agua en el año 2000-, se van fraguando grupos de mujeres que se dan una organización asamblearia y construyen feminismo comunitario.
En los últimos años este activismo feminista comunitario se ha ido extendiendo a Santa Cruz, Potosí y al Chaco boliviano -Yacuiba, Villa Montes, Caraparí- y he tenido el privilegio de ser parte facilitadora junto con Julieta, de los talleres de feminismo comunitario en esos rincones de Bolivia. Soy testigo de que el último año se ha ido revelando que la conexión de esta propuesta con las mujeres, es profunda. En cada taller feminista comunitario que hemos realizado, ha fluido la autoconciencia feminista desde la natural resistencia de las mujeres a su esclavitud y desde la aspiración a construir con la comunidad de hermanos y hermanas, la libertad de las mujeres.
Autoconciencia de mujeres: Campos de Acción y Lucha
Hemos reflexionado desde el trabajo con el Cuerpo, hemos revisado nuestros tiempos y hecho autoconciencia sobre el hecho de que el patriarcado nos arrebata el Tiempo. Hemos hecho Memoria desde las propias historias de vida y desde la historia de todas desde mucho más atrás que 25 siglos. Hemos rescatado y planificado nuestro Movimiento Organizativo, ubicándonos en un Espacio en que nosotras no estamos atrás ni adelante, ni abajo ni arriba de ellos –a decir de las propias compañeras-, pero tampoco frente a ellos exigiendo una engañosa “igualdad de oportunidades”.
Trabajamos por ocupar nuestro lugar en el mundo, ese que nos corresponde como la mitad de cada pueblo. Y no hablamos del 50 por ciento, ni de cuotas de poder, sino de la MITAD DE TODO. Hablamos de la reparación a las mujeres por toda la violencia y el dolor provocado por el patriarcado y sus hijos malparidos: el racismo, el clasismo, el sexismo, la lesbofobia, y todas las múltiples opresiones que este sistema ha ensayado y lleva a cabo, primero que nada en nuestros cuerpos. Hablamos de un lugar de las mujeres, autónomo de los hombres y a la vez hermanado con ellos en la búsqueda de la felicidad y la libertad. Se trata del Vivir Bien desde las mujeres. El Vivir Bien es una expresión aymara -Suma q’amaña- y un concepto altamente revolucionario desde la mirada feminista comunitaria ya que nos propone no sólo recuperar la producción de las garras de la economía de mercado sino también recuperar nuestro trabajo de mujeres para sí mismas destruyendo la división sexual del trabajo.
La autoconciencia explicitada de las decenas de mujeres con que hemos trabajado el feminismo comunitario, es Ser y Hacer, de una vez por todas, parte integrante en justicia y dignidad, de los procesos sociales, políticos, culturales, económicos.
Es importante subrayar que en la facilitación, discusión y creación, desde el feminismo comunitario, no importa si sabes leer y escribir, si hablas castellano, aymara, quechua u otro idioma, o que vengas desde las desconfianzas con el feminismo que te ha inoculado el patriarcado, juntas vamos elaborando maneras de desarmar adentro nuestro a las hermanas envidiosas para rescatar a las mujeres hermanadas, y la cercanía sencilla de estas ideas hablan con todas y cada una desde su propia vida. La metáfora de la comunidad como un cuerpo es muy clara: la comunidad es un cuerpo que no debe partirse en dos porque muere, un lado del cuerpo no puede agredir al otro porque es un absurdo, y tampoco un lado del cuerpo, el de las mujeres, debe repetir los movimientos del otro lado, el de los hombres, porque estaría haciendo algo que no le surge naturalmente, si no una copia dependiente de ellos. Las mujeres tenemos nuestro propio ojo y nuestra propia perspectiva de las cosas, somos otra mirada del mundo, una mirada revolucionaria porque somos la mitad más oprimida de la comunidad.
Victoria Aldunate Morales,
Memoria Feminista,
Asambleas Feministas de Bolivia,
feminista autónoma y comunitaria
Referencias:
1. En el periódico “La Alborada”, primer periódico obrero feminista, de tirada bimensual, que aparece en Chile, Valparaíso, y se extiende más tarde a Santiago –capital de Chile-, entre los años 1905 y 1907, Carmela Jeria, obrera tipógrafa, su directora escribía: "Y digamos también a tanto luchador del mejoramiento social e intelectual del pueblo que toda la libertad que anhelan será un fantasma mientras la mitad del género humano viva en humillante esclavitud”… En el segundo periódico feminista obrero, "La Palanca", órgano de la asociación de costureras el 1º de mayo de 1908, se interpelaba directamente a los compañeros: …"…Y Vosotros revolucionarios, ocupados en hacer y deshacer constituciones ¿cómo no habéis pensado en que toda libertad será un fantasma mientras viva en esclavitud la mitad del género humano?".
2. El año 2002, se divide el colectivo feminista anarquista boliviano Mujeres Creando del cual Julieta fuese integrante fundamental. Esta división sucede por diferencias políticas. Julieta declara en una entrevista: “Muchas veces llegamos a reuniones en las que se trataban cosas importantes para las mujeres y hombres bolivianos y no nos conocían, no sabían de nosotras y nuestras propuestas –mientras que la intelectualidad europea, sí-. Yo no creo en un movimiento que se autodesigna vanguardia iluminada porque es con el pueblo que vamos a hacer lo que hay que hacer”… (Kaos en la Red, 2008, http://www.kaosenlared.net/noticia/julieta-paredes-feminismo-comunitario-feminismo-revolucionario). Así, desde el año 2002 se funda la Comunidad Mujeres Creando Comunidad que NO es una ONG, si no un grupo feminista anarquista y autónomo. En esta etapa, las compañeras comienzan a crear las asambleas feministas de Bolivia con las cuales se inicia un trabajo activista con mujeres indígenas, rurales y de sectores populares en La Paz, Sucre, El Alto y Cochabamba
3. En abril de 2000 fue la llamada Guerra del Agua en Bolivia, específicamente en Cochabamba, cuando con insurrección el pueblo rescató el agua del monopolio estadounidense Bechtel Corporation, que pretendía cesar la prestación del servicio de agua potable y cobrar una indemnización de US$ 25 millones al Estado boliviano en un tribunal de arbitramento del Banco Mundial. Más tarde, en 2003, a mediados de octubre, la insumisión boliviana, prende desde El Alto, especialmente desde los grupos de mujeres y personas mayores, a todo el país y logra derrocar a Gonzalo Sánchez de Lozada, quien intentaba entregar el gas al capital foráneo. En esa lucha, perdieron la vida 76 personas y 500 más resultaron gravemente heridas.
Etiquetas:
Por un feminismo autónomo y comunitario
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