14.4.09

"LA CHICA CORAZÓN DE RUEDAS", NOVELA FEMINISTA


Foto: gentileza de Paulina González Rocha

La Chica: heroína postmoderna del trailer on the roads… *
X Paulina Gomzález Rocha**


La primera vez que conversé con la Victoria fue después de una no menos polémica reunión que trajo sus coletazos como toda buena reunión entre feministas. A estas alturas es mejor tomarlo con humor supongo, el mismo que aparece de manera sutil e inteligente en su libro La chica corazón de ruedas, novela corta muy bien escrita en tercera persona que no sólo da cuenta de un hábito literario, de horas de lectura dedicada a la narrativa latinoamericana escrita por mujeres, sino que además va tejiendo el testimonio de un país, la radiografía del deseo abyecto en el mapa de la pobreza.

Es una novela llena de imágenes, por tanto de temas que se cruzan como si fuésemos en una carretera bajo los ojos y en las ruedas del personaje, otro bello guiño que da cuenta de un ojo que ha visto los clásicos del cine y ha especulado con sus fantasmas y sus íconos: Marilyn Monroe, Rita Hayworth, James Dean.

Así como de imágenes y paisajes cotidianos, encontramos una novela que incita a la reflexión sobre el nombre. El primer desvío en esta ruta del nombre va con el personaje. La chica en principio habla desde el anonimato. Luego se construye como Tita para terminar en Roberto y finalmente volver al origen mapuche: Huenupan, la última palabra del libro, rama del cielo. Y así transitamos en este recorrido literario, desde la tierra al cielo.

Una historia de nombres que evocan espacios: la aldea que carga con su nombre sacro de mujer idílica en diminutivo, final tan propio de lo hecho en Chile, Santa Rosita. Luego el circo, que se despliega en su gran metáfora de payasos, trapecistas y malabaristas de tercera adjudicándose la paternidad bastarda. Un norte que se busca en la ruta obligada del viaje genealógico, cargado de cruces en la espalda. Un Santiago heroico archivado en la memoria y guardado en cada esquina, o al interior de esas fuentes de soda de la calle Miraflores o del antiguo barrio Bellavista, que esconden silenciosas y licenciosas historias a lo Pepe Donoso, no tan alejado de su vivencia performática o de su secreto a voces tan vox populi y magistralmente exorcizado en ese lugar sin límites. La fuente de soda Miami funcionaba como el escondite perfecto para tanto otro secreto. Al alero del tío Sam se podía confabular mejor en este cruce casi perverso entre el nombre y la práctica cotidiana.

Un territorio interesante es la inserción de Achao y Chiloé: la isla que atrapa la constelación del horror en su guiño a la violencia, irrumpe como territorio o guarida maldita que activaría el imaginario mítico en la presencia y actualización del mito del imbunche: un monstruo que con su pierna derecha quebrada y pegada a la espalda, los brujos le han encargado cuidar su cueva con tesoros, después de haberle cosido todos sus orificios para convertirlo en esclavo. Este imbunche calla porque tiene cocida la boca. Así bajo su efecto calla la Margarita cuando es golpeada o cuando no defiende su integridad o cuando oculta a sus niños muertos. Y sabiamente, no llora a los angelitos, porque seguramente sabe que llorarlos es mojarle las alas y con las alas mojadas no pueden subir al cielo. La muerte los liberó del calvario de la vida.

Otro territorio curtido de ironía más que de metáfora es Río Manso, en las cercanías de Osorno. Bajo ese río manso se ocultan siempre aguas turbulentas. Y la casa de Matilde en Vivaceta es traer a la Matilde viuda de Neruda, menos anónima y más expuesta ante el paisaje local de la poética nacional.

Es una novela chilena, entre comillas para no acusar chauvinismos, que recorre una brutal geografía, aludiendo a personajes como Don Francisco, a prácticas situadas en una infancia atemporalmente compartida en las calles, territorio de juegos masculinos, de aprendizajes de género, xenofobia y clasismo. Todas crecimos en el horroroso país del que cuesta salir como señalara Enrique Lihn, nunca salí del horroroso Chile ni del liceo Alemán, nunca salí de nada. Como si Santiago siguiera siendo una gran provincia, viviendo del pelambreo de los chicos reality, un pequeño pueblo al interior de ningún lado, un río manso cualquiera, conservador y milico. Y nosotras, aquí tomándonos la calle con nuestros feminismos y a veces, para colmo, algunas queriéndose arrancar con la pelota.

Así también, pudiera ser que continuamos oscilando maniáticamente entre dos constelaciones simbólicas heredadas de nuestra tradición anclada en el imaginario mestizo: Jauja o el país de nunca jamás, y el Imbunche. El primero, situado en ese país de la revolución o del futuro posible, de la tierra fértil, del encuentro casual y de la fiesta; y el otro, en la constelación del terror, matriz de la represión de todas las expresiones culturales.

En este santiago post dictadura, la chica es la invitación a despercudirse como dicen las viejas, más viejas que yo por cierto, aunque la delantera nomás nos llevan. Una invitación al recauchaje, al cambio de aceites, citando mi mecánica del género, o en un tono académico al olvido de sí, a la instauración del tiempo carnavalesco, al quiebre de la identidad, una invitación a perderse, a lo dionisíaco. Sin duda, la chica es la heroína postmoderna del trailer on the roads, porque esta héroe termina revelándose “un experto en el arte de sentir, y comprender aquello que dice relación con lo humano, lo mundano y lo divino, lo del más acá y lo del más allá”. Esta héroe cumple el viaje, las pruebas y la itinerancia señaladas para el héroe en el relato de tradición oral y clásica de los cuentos.

Hay un final feliz, menos mal, no termina como tanto relato travesti apaleado, muerto y crucificado. –“Pero señora, si la felicidad es una decisión”, como le dijera Pilar Sordo a una mujer desesperada en un programa de televisión. Bueno, actuemos de buena fe y atribuyamos algo de razón a la opción por la felicidad, para qué vamos a lapidar a esa psicóloga –la Sordo- que dice que ser lesbiana es una etapa en la vida. ¿Cuándo la pasaremos, compañeras?- me pregunto.

Veo que he empezado a divariar, entonces, sólo me queda agradecerle a Victoria Aldunate, su invitación al viaje de retorno a ese país de nunca jamás, a ese país del imbunche, a ese país de la infancia, de los sueños con finales felices, de las novelas sin pretensiones más que hablar de nuestra vida y de nuestra historia, que ya es tanto, de manera honesta, sin cámaras ni agente de prensa, sin firmar autógrafos como señala la oración por Marilyn Monroe de Ernesto Cardenal. Y para terminar, creo que la expresión “Años de circo” sería un excelente nombre para otro libro.

* La autora de la novela "La Chica Corazón de Ruedas" es Victoria Aldunate
** Paulina de los Ángeles
González Rocha, es fotógrafa y Fotopoeta

3 comentarios:

madre dijo...
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madre dijo...
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Anónimo dijo...

Hola, muy interesante el post, muchos saludos desde Argentina!